NUBES
Quietas
ballenas blancas, surcan el cielo sin movimientos. Transportan agua que secará
los sudores de los más pobres, que aliviará los verdes sufridos, mojando con un
suave beso persistente las resecas resacas de un pasado. Beso del cielo, naves
grises surcando mares infinitamente extensos. Beso del cielo, clima antojadizo
que las devuelve cuando no hay más tiempo. Cargadas por el raspoteo de los
vientos. Leves espumas de terciopelo. Cansinas fluyen por el firmamento, separadas de una madre que jamás conocieron. Los hombres
construyeron antenas, que se elevan ansiosas por si vienen con truenos.
Relámpagos de sangre azul de un aire que se rompe por su grito intenso.
Bocanadas de bramido que expulsan cuando el dolor se hace luz y la sombra,
invierno. Se llevan, si quieren, los enseres y las mazorcas, cuando en furia se
convierten por alguna injusticia que cometen los siervos. Se llevan los
alambrados, los techos y nos dejan desnudos y al descubierto, porque somos
empleados de la nada, parte efímera del pasaje natural de los tiempos. Nos
descubre débiles y sin refugio, cuando quieren, si les da la gana y el aliento.
Algodones voladores surcando el mar por encima del horizonte, arrastradas por
el aliento de la naturaleza, que sopla cuando quiere y puede, porque sabe que
su soplido es la burbuja del dominio sobre la inconsistente debilidad del
cuerpo. Enormes naves que inventó el viento, radares que nos vigilan desde lo
alto, por si no les creemos.
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