La batalla

Una caballería avanza. Atraviesa penillanuras. Va frenando. Se detiene. Tiene enfrente al castillo. En el castillo sucede la vida. Las cortinas flamean, mientras van y vienen mayordomos, aristócratas, príncipes y princesas, niños y jóvenes gozando la seguridad del castillo. Sus luces. Las comidas. Barbaridades y groserías, persecuciones inútiles y fantasías tan reales. Entre las cortinas largas y rojas se esconden depravaciones que todos saben, todos conocen, pero nadie se da por advertido. De pronto, los ven, están ahí, enfrente. La caballería atacará. A organizar la defensa. Ordenados los soldados se apostan en las torres y murallas. Esperando. Esperando. Van a atacar. Atacarán. Igual, mientras sigamos con nuestros quehaceres. Todo se apronta. Pero los niños siguen jugando. Se desata la batalla. Se matan, se tiran, se trepan. Descansan. Se preparan para la defensa del castillo, para el ataque. Bordean los atacantes. Silencio. Esperando. La batalla. La muerte. Pero aún hay niños.

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