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Mostrando entradas de septiembre, 2019

Había una vez

Un punto. Rodeado de Nada, una Nada infinita habitada por aquel simple punto, ni siquiera llamativo, nada más que un sobresalto en la Nada, ¿un error, tal vez? Nadie habría reparado en él y seguramente nadie lo hizo, pues todo lo que le rodeaba era Nada, y así no había dónde mirar, dónde escuchar, ni tocar, ni berrear, Nada. El punto estaba ahí, sin ni siquiera poder contar el tiempo que allí estuvo, pues al estar rodeado por un infinito de Nada tampoco nada podía transcurrir, nada había para medir, nada evolucionaba, dado que la Nada tampoco puede evolucionar, pues ya no sería Nada. Comprendamos que algo ya no es Nada, y si fuese posible el tiempo allí, entonces ya sería algo, que no es Nada. Uno no puede pensar que de aquel punto pudiera esperarse algo, y Nada se esperaba. De pronto tal vez un sacudón, del punto, pues era lo único diferente de la Nada y sólo él podría sacudirse. Una vibración, alguna clase de molestia, pues los puntos también sufren molestias vaya uno a