Sobre aprendizajes e ignorancias
Sobre
aprendizajes e ignorancias
“Dime
Sancho, ¿tú crees que es posible que alguien aprenda de la experiencia de
otro?”.
“Pues, no
don Perro.”
“Entonces
estamos condenados a cometer los mismos errores, sufrir los mismos fracasos,
caer en las mismas trampas y darnos los mismos porrazos que el Quijano”.
“Bueno,
pues, yo le diría don Larsen Fidalgo que tampoco es la cuestión tan así, tan
lineal, ni tan separada, ni tan aparte, ni tan independiente. Tu pregunta ha
sido muy general. Es como la pregunta del maestro, ¿es posible que un alumno
aprenda de la experiencia del maestro? A todas luces no, una y mil veces no. El
alumno aprende de su experiencia y apenas ve al maestro como un idiota (lo que
es) parado ahí enfrente pretendiendo convencerlo de un montón de mentiras (es
verdad) que la civilización inventó para auto justificarse y perpetuarse (razón
última de cualquier ser).”
“Sabes,
Sancho, a veces pareces más profundo que el propio Quijano, que en paz descanse
y sin intención de menoscabo.”
“No, don
Perro Larsen Fidalgo, solamente son verdades elementales que cualquier hijo de
vecino debe conocer y tener asumidas porque de lo contrario este mundo egoísta
y traicionero le va a llevar de patadas en el traste hasta el cajón del último
suspiro.”
“¿Lo crees
en serio?”
“Pues, sino
por qué lo digo. Pero también te contesto, una vez que acotamos tu pregunta
para darle sentido, a nuestra misión de continuar del Quijano el camino.
Te digo que
tú y yo, nosotros de él algo hemos aprendido. Y es sencillo entender por qué, pues
todas las aventuras y desventuras que como fidalgo ha tenido fue en compañía
nuestra, sus fieles lugartenientes, que hemos aquilatado el por qué de los
fracasos y la razón de sus desvaríos.”
“Me parece,
viejo Sancho, que la montura de caballero deberías tú tomarla, así como las
armas y escudos y yo debería quedarme con tu mula y tu vara de pastor. Sería
más justo y en acuerdo con nuestras capacidades y desganos.”
“Querido
Larsen, ¿acaso tienes idea de cómo y para qué usar la vara de pastor?”
“No, Sancho,
de hecho pienso que es cualquier palo. ¿O me equivoco?”
“Tu
ignorancia, querido Larsen estepario, sobre los usos y representaciones del
cayado me sobrecoge. El bastón se usa de varias formas y una de ellas es
dirigir el ganado, por algo los pastores lo llevan. Y cuando digo ganado no me
refiero sólo a cuadrúpedos comestibles, porque veo que si no aclaro no estás
lúcido como para entender las entrelíneas. Pero la vara también sirve para
castigar, porque a veces lo necesitan.
En fin,
representa autoridad moral, poder, dignidad, además de servir como bastón para
apoyarse a mi edad y arma para descargarla sobre el que obra mal.”
Larsen quedó
mirando los ojos de Sancho que, quieto y serio, no dejaba desde su mula
entrever que tuviera alguna intención de abandonarla, ni a su papel en esta
historia, siempre como segundo, siempre ladero.
El Larsen
estepario, como Sancho había bautizado al antiguo Perro Gemelo, estaba tan
sorprendido como desorientado.
Por ello,
volvió la vista al frente, enderezó su espalda sobre la montura y con un
movimiento rápido de riendas, aunque nada ampuloso, puso en marcha a su
montura, mientras Sancho hacía lo mismo con su mula.
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