¿Finitud o infinitud del universo?


Imaginemos el universo. Supongamos que éste no es infinito, sino finito. Esta afirmación de por sí es aventurada, ya que al momento de definir la propia existencia del universo estamos definiendo la existencia de dos categorías filosóficas, también devenidas en magnitudes físicas, el espacio y el tiempo. Este último es necesariamente eterno, pues sólo si existe el tiempo es posible medir las duraciones de todos los procesos, así como sus instantes, ya sea que tales instantes existen como puntos adimensionales en una recta que llamamos eje de tiempo, o coordenada temporal, o dimensión temporal, o simplemente tiempo. De esa forma, en el punto en el que deja de existir el tiempo, desaparece la dimensión correspondiente y dejan de existir las duraciones, por lo que los procesos dejan también de existir y, por lo tanto, de evolucionar, desaparecen los procesos, así como sus instantes. En definitiva, al desaparecer el tiempo, desaparece la materia que compone los procesos y, por tanto, el universo. Así pues, el tiempo es eterno, pues al desaparecer él, desaparece el universo mismo. Siguiendo el razonamiento, desde el punto de vista de la coordenada temporal, del tiempo, el universo puede ser tanto finito, como infinito, o lo que es lo mismo, eterno. Si el tiempo, eterno, no es infinito, el universo (también eterno), tampoco lo es.
¿Qué pasa con el espacio? ¿Es finito, o infinito?
Aquí entramos en otro problema, el de las leyes de la Física.
Según las leyes de la física, la energía materia del universo se conserva, así como su cantidad de movimiento y su momento cinético. Si bien hay otras magnitudes que se conservan, tal vez no presentan la capacidad limitante que estas tres, como puede ser la conservación de la carga eléctrica, ya que ésta se refiere a determinados objetos que poseen esa propiedad y la condición que tales objetos deben verificar para existir en este universo. Pero, la conservación de la energía sí es muy determinante a la hora de extrapolarla a todo el universo, ya que ella determina que no es posible que cambie la densidad de energía del universo, esto es, la energía de todo el universo ha de conservarse, lo que conlleva a que si éste se está expandiendo, aquella deba diluirse cada vez más, de ahí la afirmación común en las divulgaciones científicas de que el universo corre hacia una muerte térmica, ya que la dilución de la energía comporta un decrecimiento de la temperatura, dado que las mismas cantidades de energía deberán distribuirse por regiones cuyo volumen es cada vez mayor. Pero, por otro lado esto nos trae otro problema a la superficie, pues esta conservación significa, implica que el universo es un sistema cerrado, no intercambia energía (ni en forma de radiación, ni en forma de masa) con el exterior, fuese éste lo que fuese y estuviese compuesto de las categorías y magnitudes que estuviera. Pero, un sistema que no permite salir ni siquiera radiación es un agujero negro. Claro, desde el punto de vista física, el universo no lo sería, pues la conservación de la energía prohíbe que, así como no deja salir energía, tampoco permite el ingreso de la misma. O sea, la conservación de la energía determina que el universo, siendo o no finito, es un sistema cerrado con ciertas características peculiares, ya que como agujero negro no permite siquiera la salida de luz, para lo cual debería poseer una gravedad suficientemente fuerte como para que aquella no pueda escapar de su frontera, sin embargo, tampoco debe absorber luz, ya que esto cambiaría su contenido energético, lo cual no es posible. Y esta última cualidad se nos antoja contradictoria con la anterior, pues si tiene una gravedad tan poderosa como para no permitir la salida de luz, también debe poseer, simultáneamente, una fuerza de repulsión tan poderosa que no permita el ingreso de luz. Esto es algo que guarda analogía con lo que nos sucede con la constante L, o constante cosmológica, que parece ser la causante de la aceleración con que se alejan unos objetos de otros en el universo, y que origina a nivel de física una de las catástrofes más vergonzosas, los 120 órdenes de magnitud de diferencia al momento de calcular el origen de tal constante.


Comentarios

Entradas populares de este blog