1.1       Las simulaciones. El peligro.


Un procedimiento de investigación, especialmente experimental y sobre todo en lo referente a fenómenos que no es posible replicar por nuestra ineficacia tecnológica, o porque sencillamente saldría demasiado caro construir las réplicas experimentales de los fenómenos cuyo comportamiento queremos reconocer, es el de la simulación, ya sea a través de sistemas equivalentes en cuanto a comportamiento[1], como el uso de computadoras y súper computadoras que permiten introducir las ecuaciones que describen a los fenómenos en sus programas y mediante algoritmos matemáticos logran resolverlas mediante métodos de fuerza bruta, impensables de realizar manualmente.
Este procedimiento de simulación de fenómenos y sistemas de todo tipo ha permitido avances importantes en las ciencias en general  y en la teconología, pues ha permitido “manipular” de alguna manera, fenómenos cuya experimentación habría sido imposible, o impensable, de otra manera. Por ejemplo, simulaciones computacionales permiten descubrir la evolución de sistemas estelares, las galaxias, cosa imposible de realizar en Tierra, dado que no es viable introducir una galaxia en un laboratorio y mucho menos tomarse el tiempo necesario para observar su evolución, que se mide en eones[2].
Los avances en cuanto a conocimiento de estructura de la materia, cosmología y evolución del Universo, la existencia o no de multiversos, las razones que podrían explicar los límites actuales de nuestro conocimiento, son enormes e innumerables.
No obstante, hay que hacer algunas precisiones, sobre todo la siguiente.
Siempre que estamos simulando procesos, sistemas físicos, estamos asumiendo de hecho la validez de nuestras técnicas y procedimientos matemáticos, nuestras leyes, más allá de lo que efectivamente hemos podido demostrar por medio de la falsación de dichas leyes y teorías. Es decir, usando el procedimiento de simulación, en cualquiera de sus formas, damos por sentado la validez de nuestros conocimientos actuales más allá del marco en el que realmente los hemos demostrado, y estamos “estirando” nuestras teorías físicas y matemáticas más allá de los límites cuya validez ha sido probada. Y este es el peligro al cual nos enfrentamos, es decir, este es el reparo que siempre debemos tener con el procedimiento de simulación, ya que el mismo no demuestra práctica, experimentlalmente, la validez de las conclusiones obtenidas, al menos hasta que algunas de sus predicciones comienzan ser verificadas en mediciones hechas sobre los sistemas físicos estudiados propiamente. Es decir, las conclusiones que nos pueden inducir las simulaciones no deberían tomarse como conocimientos verificados sino hasta que los propios fenómenos y sistemas sean efectivamente medidos y los resultados de tales mediciones concuerden con los resultados correspondientes de las simulaciones. Esto trae, como consecuencia, que ante la imposibilidad de medir efectivamente ciertas variables, sobre todo aquellas relacionadas con el desarrollo cosmológico del Universo, la simulación se vuelve nuestra única herramienta científica de conocimiento de tal desarrollo y, como conclusión, optemos por tomar los resultados de tales simulaciones, como el conocimiento científico de tal desarrollo. Pero, vuelvo a insistir, esto es como estirar la masa, pues suponemos la validez de nuestras leyes actuales más allá del campo de aplicación de las mismas, y esto es, en todo caso, un acto de fe, no un conocimiento científico.
Una de las finalidades, sino la más importante, de esta opinión es la relativización de nuestro conocimiento actual. Es muy fácil dejarse llevar por cierto triunfalismo, dado por el enorme crecimiento tecnológico que hemos tenido como civilización en estos últimos cien años y los tremendos cambios en la forma de vida de muchas personas, que han visto cómo su vida se ha hecho enormemente más fácil y cómoda gracias a los mismos. También, este triunfalismo ha sido y es alimentado por las esferas relacionadas al poder, cercano a él, que ve cómo su influencia crece exponencialmente y su dominio lo hace de igual forma, sobre el resto de la humanidad, gracias precisamente a ese crecimiento exponencial del conocimiento científico y tecnológico. Pero también, hay en la historia ejemplos que nos demuestran que podemos estar convencidos de lo perfecto de nuestras teorías, de nuestra interpretación del Universo, de nuestra evolución y de todo lo que nos rodea durante milenios, y encontrarnos sumergidos en un pozo de ignorancia cuasi total, sólo porque no hemos sido capaces de poner en duda cuanta afirmación proveniente del poder legitimado, en su caso por la religión, en nuestro caso por la ciencia y los científicos, se hace.
Es así que aquí tenemos dos grandes salvedades a hacerle a los procedimientos de investigación que están siendo usados actualmente, cada vez en mayor número y con alcances cada vez más grandes y, por lo tanto, peligrosos. Primero, como está dicho, no debemos tener una excesiva confianza en la extrapolación de las teorías, métodos y procedimientos usados hasta ahora y que nos han permitido evolucionar hasta aquí, lo que no significa su negación, en absoluto, sólo la necesaria precaución y humildad de lo provisorio de los mismos. Segundo, la excesiva confianza y triunfalismo, producto de tal evolución y mejora en la calidad de vida[3] de algunos, o quizás muchos humanos, ha llevado en otras épocas, y no hay motivo para pensar que estamos libres de que nos vuelva a suceder, al estancamiento real de la evolución de nuestro conocimiento del Universo, la naturaleza, la historia y nuestro lugar en el Cosmos.



[1] Uno se refiere a comportamiento de un fenómeno como las ecuaciones matemáticas que lo describen y cuya evolución permiten predecir. Así, por ejemplo, el comportamiento de un resorte elástico con una pesa colgada de su extremo es igual al de un circuito eléctrico compuesto de un capacitor y una autoinducción. Las ecuaciones que describen ambos fenómenos tienen idéntica forma, por lo que su comportamiento es, a todos los efectos predictivos, equivalente y, por lo tanto, uno u otro pueden usarse como simuladores del otro.
[2] Un eón es mil millones de años.
[3] No olvidar que hay miles de millones de personas que padecen hambre y son víctimas de enfermedades curables y guerras, cuyo sentido es, por lo menos, dudoso.

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